… queriendo estar, siguiendo, abandonando, aplicando pausa, siguiendo de largo, o, en la mayoría de los casos: sin alcanzar a llegar, y sin embargo esto, que se mantiene y conmueve en su andar, con un sin numero de estaciones pasándonos por encima, pero sobretodo por entremedio, sitiándose rica una ante la lengua que me lame, ante el lamido veraniego, o de otoño, ¿como olvidar el de invierno?, y en el renacer primaveral, con feromonas que jamás han parecido ser necesarias, pero ¿ya que las hay?
Y ese sabor tuyo que no me abandona, y esta sensación mía de creerme en un huevo, intentando salir del cascarón, a ratos pareciéndome innecesaria esa forma de libertad a la que una apunta cada vez, cada vez, como única forma de salida, he ahí mi eterno error, la discapacidad para ver de más de una forma, como si estuviera pauteado en piedra, sin mas posibilidad de edición que destruir la roca.
Aprendo que el singular uso de la costumbre es innecesariamente adictivo, y claro está, una vuelve a caminar por las mismas calles, pavimentadas, vueltas a ser de tierra, vueltas a pavimentar de nuevo, y es que, ¡aquí hubo un terremoto!, grado 8,5 en la cagá máxima, y eso no es na’, además y como para no creer que este sea macondo, le vino un maremoto a las horitas del manso movimiento telúrico: ¿y voh?
Aquí ando entonces, de caminares, de ver caritas como la mía, de ver señoras de faldas anchas por siglos sentadas vendiendo la humita calentita en la esquina del mercado, mientras el culiao seguramente se la toma en alguna cantina de orilla clandestina, linda la gueá! Aquí le ando pué!, que apunta de alergias por la violencia no salida, a puntas de exorcismos donde la parte en que una tiene que girar las cabeza completa es la de menos, por que así andan las cosas por mija, luego nos vemos en el norte que no pasaré ni el otoño resistiendo a los hijos de puta de los españolitos tratando de cruzar el Maule…
Sábado mago espectral blanco, territorio mapuxe lafkenche.
Y ese sabor tuyo que no me abandona, y esta sensación mía de creerme en un huevo, intentando salir del cascarón, a ratos pareciéndome innecesaria esa forma de libertad a la que una apunta cada vez, cada vez, como única forma de salida, he ahí mi eterno error, la discapacidad para ver de más de una forma, como si estuviera pauteado en piedra, sin mas posibilidad de edición que destruir la roca.
Aprendo que el singular uso de la costumbre es innecesariamente adictivo, y claro está, una vuelve a caminar por las mismas calles, pavimentadas, vueltas a ser de tierra, vueltas a pavimentar de nuevo, y es que, ¡aquí hubo un terremoto!, grado 8,5 en la cagá máxima, y eso no es na’, además y como para no creer que este sea macondo, le vino un maremoto a las horitas del manso movimiento telúrico: ¿y voh?
Aquí ando entonces, de caminares, de ver caritas como la mía, de ver señoras de faldas anchas por siglos sentadas vendiendo la humita calentita en la esquina del mercado, mientras el culiao seguramente se la toma en alguna cantina de orilla clandestina, linda la gueá! Aquí le ando pué!, que apunta de alergias por la violencia no salida, a puntas de exorcismos donde la parte en que una tiene que girar las cabeza completa es la de menos, por que así andan las cosas por mija, luego nos vemos en el norte que no pasaré ni el otoño resistiendo a los hijos de puta de los españolitos tratando de cruzar el Maule…
Sábado mago espectral blanco, territorio mapuxe lafkenche.
1 comentario:
veintiocho días exactos...fueron
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