Sin dios. Sin ley

Por la siniestra espesura de tus laberintos, los obvios, los mentados análisis de luz, los pormenores de tus trabajos de ser superior, me fui colando sin que te dieras cuenta, y a tu alma pura le echamos el humito de nuestros misterios personificados en la bendita planta que “nos ayuda a vivir”, nos vamos entrometiendo en las oscuridades de tu letargo, luminoso y flojo en rigor de tus deberes, que para ser un ser desprendido, ya te es demasiado tarde, que para ser un jipineoalternativochamandepusitunga ya tenemos suficientes, y ya sabes que vamos quedando lo mejorcito del sistema patrio de hacer las cosas por la espalda, de espalda a tus ideales de antaño, de esos que ahora tus sucesores se encargarán de descifrar.

A ti no te vendré con falsas vendettas, no invertiremos el aliento en más que poder echarte el tufo de mi añeja ginebra Bols, sentados en alguna maloliente cuneta del Abasto o del laberinto periférico del plan de Valparaíso, no colocaremos mas palmas que las de tu espalda desnuda, tiritando de miedo ante el previsto futuro: ya que por un lado el frío perpetuo ya no te acompaña desde que lo hago yo, y por otro lado el imprevisto futuro nunca nos dio susto.

Y ya nos iremos acostumbrando al connotado régimen del rock viseral vomitivo de las nauseas fastuosas de tu horripilante plenitud, ese que de letargo cristiano terminamos aceptando y asistiendo a la misma misa de antes.

PLANETA SUDAKA, la ampolleta de tu luz es de bajo consumo.