Compañero Allende levanta la mano y pide la palabra, se la juega, parece que se le va la vida en ello, improvisa, mira a su audiencia, a ratos nos envuelve con su calida voz, igual me cuesta seguirlo, maneja muchos datos el hombre, me asombra, tiendo a admirarlo, pero su tono medio burgués me molesta, pero debe ser por mis prejuicios de proleta. Tengo sueño, ya lleva mucho rato hablando, a ratos me despierta sus golpes enérgicos en la mesa, apunto en mi diminuto papel doblado: “rearticular las juventudes de la unidad popular, mensajes simples y directos”, termina la reunión, parece mentira que haya sido presidente de chile alguna vez, se ve extraño con esa barba colorida, las cejas mas gruesas y esos lentes de contacto verdes. Lo palmoteo y le tiro la talla de que se hará un acto de homenaje en su recuerdo en el cementerio Santa Inés, me retruca diciéndome: “El día que los chilenos dejen de adorar los muertos y aprendan a reorganizarse vivos, comenzarán cambios fundamentales para la sociedad de hoy”.
Camino de vuelta a casa por la avenida Alemania, una patrulla de pacos del gope avanza con las luces apagadas, el escalofrío por mi espalda, aun no supero la presciencia diabólica de la repre, pienso en mi familia en Canadá, en la cana, en las tumbas. ¿Y si allende es el infiltrado y el verdadero ya murió?
PLANETA SUDAKA, ya deberíamos haber aprendido, la autodeterminación de los pueblos, la dignidad de los hombres y la revolución sin permiso del intendente.
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